Sales compulsivamente a las montañas buscando escapar de lo que hemos vivido los últimos dos años y más: el máximo encierro producto del COVID-19. Sales en búsqueda de nuevas experiencias, de poder reconectar contigo misma, de entenderte un poquito más y alivianar la crisis del encierro. Y esto se convierte en eso, tu escape de tu rutina de ciudad. Empiezas a vivir por los viernes, esperando que el fin de semana llegue, poniendo en automático todo lo que pasa de lunes a jueves, sin perder nunca el objetivo: salir más a la montaña, disfrutar más de la naturaleza y todo lo que tiene por ofrecerte. Pasas tu único tiempo libre entrenando, aprendiendo sobre cómo ser mejor para no “sufrir” cuando sales al monte. Empiezas a organizar tus propios paseos y expediciones y descubres que el verdadero propósito de la vida es disfrutarla afuera, rodeada de toda la maravilla de la naturaleza, la energía y adrenalina que nos dan estos lugares, pero empiezas a sentir que falta algo. Falta el poder llegar los domingos después de cada paseo, cada expedición, llena de lodo hasta las orejas y olor a las montañas a una cama calientita, con el Netflix on point y unos brazos listos para “changarse”. Y decides que tal vez, es hora de buscar sin tanto esfuerzo, a ese ser que no se queje de que nunca estés disponible pero que esté dispuesto a recibirte de brazos abiertos y llenos de amor en la soledad de un domingo después del monte.
Te conoces a todos los que nos hemos vuelto adictos a las montañas casi de memoria. Sabes sus historias de vida, todo sobre sus trabajos, la mediocridad de sus coworkers, la intratabilidad de sus jefes, sus roces con sus hermanos y cada una de sus rupturas amorosas. Sabes también que jamás podrías lograr que algo con uno de ellos funcionara fuera de la zona de confort que crea la montaña. Has escuchado por aquí y por allá de la maravilla de las apps de citas. De cómo tanta gente ha encontrado a su peor es nada por Tinder o Bumble, como si fuera imposible toparte con ese ser de otra forma. Y aunque te sientes ridícula haciéndolo, te abres una cuenta a ver si por ahí aparece alguien que sea un romántico empedernido como tú y a la vez, tenga intereses compartidos sin saber en verdad cómo gestionar esto de los dating apps.
Pasas horas creando un perfil que muestre lo mejor de ti. Tu estatura, signo del zodiaco, si tomas o fumas o si practicas deportes, si quieres algo serio o solo estás ahí para ligar y tener una noche de pasión sin ningún remordimiento. Eliges cuidadosamente las fotos que hablan mejor de ti, en mi caso, que hablan de mi polivalencia e inteligencia a la vez. Crees que has logrado una obra maestra así que con todo lo que implica, te lanzas al estrellato esperando “pescar” algo bueno.
No tardas en darte cuenta que difícilmente algo bueno saldrá de esto. Empiezas con un swipe a la izquierda que termina convirtiéndose en 10, 15 o hasta 20 swipes seguidos. Y de repente ves un perfil que parece interesante. Haces scroll y te das cuenta que su foto principal no tiene ni pies ni cabeza con sus otras fotos y te preguntas si tú eres la única tonta que ha sido completamente sincera en su perfil. Sigues haciendo swipe hasta que te empiezas a topar con tus ex y se te quitan las ganas de seguir buscando. Swipe, swipe, swipe. Nada parece funcionar. Un like entre cientos de “thank you, next”. La gente si que tiene cojones para poner fotos así y encima más poner exigencias como “no me gustan las de pelo café”, cuando a ellos la frente les llega hasta la nuca.
Después de varias conversaciones tibias y sin sentido que no despiertan en ti ni una leve emoción, te resignas. Prefieres volver a una cama vacía y llena de pelos de perro, que terminar aterrizando en los brazos de un personaje creado para impresionar superficialmente y con poca veracidad. La montaña te ha enseñado que a la soledad no se le huye, se la abraza con el alma y se la disfruta. Entiendes por fin que disfrutar de tu compañía y abrazarte a ti misma los domingos después de los paseos, viendo Netflix en tus propios brazos, alimenta mucho más tu alma que los engaños de las apps de citas. Sabes que eventualmente la montaña te traerá al montañista perfecto con barba para calentarte fuera del confort de la naturaleza.
Colorada